Por primera vez, 196 naciones firmaron un pacto global del clima. Esforzarse por mantener la suba de la temperatura abajo de los 2° y tratar de limitarlo a 1,5° es la meta más destacada. El financiamiento de US$ 100.000 millones anuales, en manos de los estados ricos.
Los negociadores de los 196 países que participaron en la 21ª Conferencia de las Partes sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas (COP) aprobaron un pacto histórico para limitar el calentamiento global. El mundo tendrá un régimen nuevo y comprensivo para dar forma a cómo las diversas naciones abordarán la urgente tarea. El Acuerdo de París entrará en vigor a partir del 2020 y será ratificado oficialmente por cada participante entre abril 2016 y abril del 2017.
"La historia recordará este día. El acuerdo sobre cambio climático de París es un éxito monumental para el planeta y su población", expresó Ban Ki Moon, Secretario General de Naciones Unidas.
A este documento se sumó la emisión de una Decisión que detalla las tareas que los países deberán realizar antes de 2020. Además, se estableció por primera vez una meta global de adaptación con el fin de proteger a las personas, los medios de vida y los ecosistemas, mientras que se toman en cuenta las necesidades urgentes e inmediatas de los países más vulnerables.
En cuanto a su naturaleza, algunas partes son legalmente vinculantes mientras que otras son voluntarias. En este sentido, la presentación de objetivos de reducción (INDC) son obligatorias, pero las metas en sí mismas quedan a criterio de cada emisor. También se vuelve mandataria la revisión periódica de los planes.
Los países se comprometieron a controlarlos mutuamente, bajo un nuevo mecanismo en el sistema de la ONU, con plazos quinquenales a partir de 2023. A este informe público de progreso se suma la revisión y actualización de los compromisos cada cinco años a partir de 2020, con la primera revisión obligatoria en 2025.
Un límite bajo y ambicioso
En lo que hace al incremento medio de la temperatura, finalmente se definió mantenerlo por debajo de los 2ºC en relación al nivel pre-industrial y continuar con los esfuerzos por limitarlo a 1,5ºC. "Es un objetivo ciertamente ambicioso pero central, e incluso vital. Para muchos estados, en particular los estados insulares y los países menos avanzados, un calentamiento a 2°C tendría ya consecuencias dramáticas.
Con el acuerdo, los científicos del GIEC han recibido un mandato para preparar en 2018 un informe sobre la manera de lograr este objetivo de 1,5 °C", señaló Laurent Fabius, Presidente de la COP21.
¿Y cómo se logrará el fin? Si bien no se precisan los plazos a cumplir, el documento afirma que las partes alcanzarán un máximo global de emisiones lo más rápido posible para comenzar, a partir de ahí, con reducciones drásticas mediante los mejores medios científicos disponibles, con el fin de alcanzar un equilibrio entre las emisiones generadas por la humanidad y su absorción por los sumideros del gas de efecto invernadero. Ahora bien, los expertos advierten que el año en el que se alcance el máximo, el ritmo anual de las reducciones tras ese pico y el momento exacto entre 2050 y 2100 en el que se realice el equilibrio global condicionan la estabilización de calentamiento hacia un nivel u otro.
En cuanto a la espinosa cuestión de los combustibles fósiles, las voces más críticas pusieron en relieve la ausencia de esta temática en el documento, dejando a los países dueños de sus decisiones en materia de fuentes de energía. La importancia de las renovables es mencionada explícitamente en un solo artículo que versa sobre ampliar el acceso a una energía sustentable en los países en desarrollo, en particular en África.
Sin embargo, para los más optimistas, el renunciamiento a las fuentes sucias es algo inherente al camino que se plantea. "El acuerdo, que fija un objetivo a largo plazo relativo a atenuación de las emisiones de gas de efecto invernadero, equivaldrá en la práctica a la neutralidad carbono en la segunda parte del siglo. Se ha previsto igualmente un límite de las emisiones lo más pronto posible", explicó Fabius.
El dinero, responsabilidad de los más ricos
Otro de los grandes temas que se presentó como una traba durante las negociaciones fue el financiamiento. El texto prevé un mínimo de US$100.000 millones proporcionado por los países a partir de 2020, monto que deberá ser revisado a más tardar en 2025. Era una exigencia que unía a todas las naciones en desarrollo sin excepción, mientras que los países ricos querían que los emergentes contribuyeran.
"En la lucha mundial contra el cambio climático, las finanzas son la clave de la confianza. Vamos a avanzar por etapas sucesivas. El texto prevé fijar a más tardar antes de 2025 un nuevo objetivo financiero. Se afirma claramente la responsabilidad particular de los países desarrollados en el apoyo financiero y tecnológico hacia los países en desarrollo. El acuerdo alienta a otros estados, por ejemplo los grandes países emergentes, a contribuir también de manera voluntaria", apuntó el presidente de la COP21.
De todos modos, la resolución generó la consternación de algunas naciones en desarrollo. Los países más pobres habían presionado por una provisión legalmente vinculante para ayudarlos en la mitigación y adaptación, pero la disposición solo figura en el. "Siempre hemos dicho que era importante que los US$100.000 millones estuvieran anclados en el acuerdo", obervó Tosi Mpanu-Mpanu, Negociador de la República Democrática del Congo y Líder de la Coalición de Países Menos Desarrollados.
Pero muchos señalan que la estructura legal híbrida fue diseñada en parte como respuesta a la realidad política de Estados Unidos. Un acuerdo con requisitos legales de financiamiento climático o para cortar emisiones a niveles específicos debería presentarse ante el congreso estadounidense para su ratificación. Esa clase de lenguaje hubiera muerto al arribar en un senado controlado por republicanos, donde muchos miembros son escépticos a los impactos del cambio climáticos e incluso niegan su existencia.
El momento de las empresas
Con este panorama, se vuelve crucial una evolución en el sector privado porque pese al lenguaje imponente del acuerdo, no obliga inmediatamente a los países a hacer nada más que lo contenido en sus intenciones nacionales. A esto se suma el hecho de que los 187 INDC presentados a la fecha están lejos de alcanzar el objetivo de limitación: según las estimaciones, su efecto acumulativo nos colocará entre los 2,7° y 3°, una cifra muy por encima, no muy por debajo, de los 2°.
"Con estos elementos en su lugar, los mercados ahora tendrán la clara señal de que tienen que liberar toda la fuerza de la ingenuidad humana y escalar las inversiones que generarán un crecimiento flexible y de bajo carbono. Lo que alguna vez fue impensable, hoy se ha vuelto imparable", exhortó Ban Ki Moon.
El acuerdo se tomó como una señal inequívoca para los negocios y las comunidades financieras que llevará a un cambio económico real. "Los miles de millones de dólares prometidos por los países desarrollados se verán igualados con los billones de dólares que fluirán hacia la inversión de bajo carbono", señaló Paul Polman, CEO de Unilever. El líder también predijo que el cambio que cientos de compañías han hecho por volverse 100% renovables pronto se convertirá en la norma para cientos de miles.
"Nunca antes habíamos visto este nivel de compromiso de las empresas y está claro que el impulso es imparable. El sector privado también debe ser aplaudido por la inserción de las buenas prácticas empresariales en el proceso de COP21.El sector privado tiene un papel importante que desempeñar, y creemos que las empresas responsables pueden ayudar a llenar la brecha entre lo que se ha comprometido por los gobiernos y lo que se necesita para llegar a una economía neutra en carbono para mediados de siglo”, comentó al respecto Lise Kingo, Directora Ejecutiva del Pacto Global.
Crédito fotos: Naciones Unidas