Permiten que terceros financien proyectos sociales, delegados incluso por gobiernos. Pero su retorno por la inversión está atado al cumplimiento de objetivos sociales, como la baja del desempleo. Lanzados en Inglaterra hoy llegan a la región de la mano del Fomin.
Aunque continúa existiendo cierta resistencia en el mundo corporativo por cambiar del todo las leyes del mercado, no son pocos los líderes que se animan a reinterpretarlas. A lo largo de estos últimos años se han iniciado múltiples búsquedas de nuevos modelos de negocio que tengan como eje la sustentabilidad y sus variables sociales y económicas. En esta odisea, más que sobresalir, se interesan por inspirar a sus competidores.
Así sucedió en septiembre de 2010 cuando Jack Straw, el entonces Secretario de Justicia de Reino Unido, anunciaba la creación del primer Bono de Impacto Social (BIS) del mundo. Se trataba de una novedosa manera de financiar la innovación social para solucionar las diversas problemáticas que aquejan a nuestras sociedades.
Un retorno atado a la causa social
El método es simple: una administración terceriza la prestación de un servicio a una organización que además se hace cargo de la financiación y ejecución del proyecto. Para esto, la institución emite una serie de bonos destinados a distintos inversores. El twist se da en que quienes invierten tienen garantizado el retorno del capital invertido y un interés, pero sólo si se cumplen los objetivos de la iniciativa. De esta forma, la garantía está atada al éxito social, no al éxito económico de la propuesta.
El desarrollo del primer BIS estuvo a cargo de Social Finance. Este proyecto de seis años en la localidad de Peterborough, tenía como fin la rehabilitación exitosa de delincuentes para disminuir la reincidencia. Con el 60% de los condenados a sentencias cortas reincidiendo dentro del año de su liberación, creían que existía una gran oportunidad para revolucionar el sistema penitenciario y de rehabilitación.
Fue así que se decidió que organizaciones del sector social con experiencia proporcionarían un apoyo intensivo a 3.000 prisioneros que estuvieran cumpliendo una sentencia corta, durante un período de seis años, tanto dentro de la cárcel y después de su liberación, para ayudarles a reinsertarse en la comunidad. Si la iniciativa reducía la reincidencia en un 7.5% o más, los inversores recibirían del gobierno una parte de los ahorros a largo plazo. Si el SIB proporcionaba una caída mayor, el retorno crecería a la par del éxito en el logro de los resultados sociales, hasta alcanzar un máximo del 13%.
“Los SIB dan la oportunidad de no sólo generar un buen retorno, sino también de hacer un bien significativo a la sociedad. Es una combinación bastante poderosa”, sostuvo al respecto Crispin Blunt, el entonces Ministro de las Prisiones en el Reino Unido.
Los inversores invirtieron £ 5.000.000 y la cuestión más apremiante para determinar la relación costo/beneficio para el sector privado –saber si ha reducido la reincidencia lo suficiente como para generar un rendimiento a los inversionistas– se podrá recién saber a fines de este año. Después de este primer proyecto, Social Finance ha diversificado sus intervenciones. Estas van desde combatir el desempleo, a ayudar a niños en situación de vulnerabilidad, pasando por iniciativas para ayudar a los sin techo, generar mejoras en el sistema de adopción y en la rehabilitación de drogas.
De Inglaterra al mundo
Desde entonces, iniciativas similares se han multiplicado en una docena de países en el mundo. Más de 40 bonos se están siendo desarrollados o implementados a nivel mundial. El éxito en parte se debe a que este modelo abre la puerta a la financiación de inversores privados, fomenta un uso más eficaz de los fondos públicos, e incentiva un mejor rendimiento de los proveedores.
Cabe destacar el caso de Johnson & Johnson que decidió experimentar con este modelo de negocio para Velcade, un medicamento para el tratamiento del mieloma múltiple. La compañía ofreció el fármaco a los ministerios de salud europeos bajo el compromiso de que si no era efectivo en el 90% de los casos, los organismos no tendrían que pagar por él.
También inspirados por el caso inglés, en Estados Unidos varios jugadores se unieron a la movida. En 2012, Goldman Sachs Bank’s Urban Investment Group (UIG) anunció que invertiría US$ 9.600.000 para la atención terapéutica de los jóvenes de entre 16 y 18 años de la cárcel Rikers Island en Nueva York. La intención, al igual que en el caso de Peterborough, es la reducción de la reincidencia.
Por otro lado, en Massachusetts se están llevando adelante dos proyectos de BIS: uno en la misma sintonía de evitar que los jóvenes vuelvan a la cárcel y el otro dedicado a combatir la problemática de la falta de vivienda de cientos de personas. El primero cuenta con un monto de US$ 27.000.000 para lograr su cometido en siete años, convirtiéndose en el bono más grande de todo Estados Unidos.
Entre los otros actores que se han sumado, se destaca Instiglio, el único intermediario enfocado exclusivamente en países en vía de desarrollo y con operaciones en Latinoamérica. Cumpliendo un papel similar al de su par británico, sus operaciones en la región se han centrado en Colombia, enfocadas en paliar la deserción escolar y el embarazo en adolescentes. Los últimos intentos de la institución en aquel país han sido la evaluación de su potencial para el desarrollo de la fuerza laboral y la recaudación de impuestos para los municipios. También están trabajando por la reducción de la diabetes en México y están explorando la posibilidad de reducir la reincidencia en Chile.
Un boom para América Latina
Pero no es el único en la movida. Consciente de los beneficios potenciales de estas estrategias, el Fondo Multilateral de Inversiones (FOMIN), miembro del BID, anunció a fines de marzo de este año el lanzamiento de un programa de US$ 5.300.000 para probar los BIS en América Latina y el Caribe. De ese monto total, US$ 2.300.000 serán destinados en recursos para asistencia técnica y los otros US$ 3.000.000 para invertir en los primeros bonos de impacto social.
De esta forma, el FOMIN se convierte en la primera Institución de Financiamiento para el Desarrollo en el mundo que lanza un programa de BIS. La organización tiene pensado un programa de triple línea. En primer lugar, esperan aumentar la demanda y la conciencia en la región para volverla propicia a este método. Por otra parte, se les proveerá asistencia a aquellos gobiernos e interesados a través del apoyo de expertos, el fortalecimiento de la capacidad y la capacitación. En tercer lugar, se desarrollará una cartera de dos o tres proyectos piloto, y se les dará financiamiento directo.
Esta propuesta intentará captar la diversidad sectorial y geográfica a fin de aumentar al máximo el potencial de demostración y aprendizaje de la iniciativa. Si bien no está definida la lista de países sobre los que se trabajarán primero, el fondo considera que existen ciertas características que convierten a unos en mejores candidatos que otros. Entre las condiciones que se están examinando, se tendrán en cuenta la experiencia que tengan en asociaciones público-privadas, la solidez de los marcos normativos y el desarrollo de los mercados financieros. Brasil, Uruguay, México, Colombia y Chile se presentan como algunos de los candidatos iniciales.
Hasta que no exista una certeza en cuanto a cuáles serán los destinos elegidos, el FOMIN tampoco definirá los temas a los que se abocarán en estos primeros programas. Para hacerlo, se tendrán en cuenta las problemáticas más apremiantes y las necesidades específicas no sólo de la región, sino de los contextos nacionales en el que se vayan a desarrollar los proyectos. Si bien se requiere de una mayor investigación, desde la institución señalan a empleo, salud preventiva, juventud vulnerable, seguridad ciudadana y temas de género como la violencia contra la mujer y los embarazos en adolescentes, como temáticas que podrían resultar electas.
Queda patente que las esferas de acción son múltiples. Lo que se necesita para que estos programas continúen expandiéndose es que el sector privado confíe y se anime a hacer la apuesta, y que haya una voluntad y seriedad política para respaldarlo.