El Congreso americano recibió a representantes corporativos, miembros del grupo BICEP, quienes abogaron por acciones legislativas para fomentar energías renovables y limitar las emisiones de carbono.
Los empresarios del siglo XXI entienden que sus esfuerzos aislados por volverse más responsables no alcanzan. Es así que surgen coaliciones de lo más diversas y se dirigen a los poderes públicos en busca de apoyo para sus causas. El pasado 10 de abril, en Estados Unidos, miembros de la alianza BICEP (Business for Innovative Climate and Energy Policy) se juntaron con integrantes del Grupo de Trabajo Bicameral por el Cambio Climático en el Congreso para discutir la problemática del fenómeno ambiental.
Armados con el nuevo reporte de la ONU “Cambio climático 2014: Impactos, adaptación y vulnerabilidad”, los líderes ejecutivos de IKEA, JLL, Mars, Sprint y VF Corp., discutieron con los congresistas los impactos relacionados al clima en sus compañías, las acciones que están llevando adelante para reducir sus huellas de carbono y la urgencia por una acción legislativa más fuerte, que ponga un freno a las emisiones de gases de efecto invernadero y que apoye las elecciones de energía limpia.
Movida corporativa
Después de esta reunión con el grupo de trabajo, otros líderes corporativos del BICEP, entre ellos ejecutivos de Unilever, Nike y Starbucks, se sumaron y participaron de reuniones adicionales en el Capitolio. Entre las temáticas que se discutieron, los ejecutivos pidieron específicamente por la aprobación de un paquete que renovaría por dos años más los créditos tributarios vencidos para energía limpia y eficiencia energética. También abogaron por la aprobación de la ley de paridad MLP (Master Limited Partnership), que busca extender el popular mecanismo de financiamiento MLP hacia las energías renovables, para igualar el terreno con las fuentes de combustibles fósiles.
La movida corporativa tuvo lugar en el aniversario de la Declaración Climática, una iniciativa lanzada el 10 de abril de 2013 por la red de trabajo BICEP, que en aquel entonces estaba formada por 33 compañías y Ceres, una organización de defensa de la sustentabilidad sin fines de lucro. La declaración es un llamado a la acción de los legislativos estatales y federales y, a un año de su lanzamiento, cuenta con más de 750 signatarios en Estados Unidos.
“Las centenares de compañías que han firmado la Declaración Climática ven la ventaja financiera de taclear el cambio climático hoy, tanto para los resultados corporativos de sus empresas como para la economía en general”, alegó al respecto Anne Kelly, Directora de Políticas y BICEP en Ceres. La coordinadora de los esfuerzos de lobby de BICEP también sostuvo que los firmantes reconocen que los beneficios de actuar hoy superan ampliamente los crecientes costos de seguir esperando y hace un llamado a que más actores se involucren.
El desafío de ser el primero
Y es que para que la iniciativa surta efecto, debe aumentar su volumen. El co-presidente del grupo de trabajo, el Senador Demócrata Sheldon Whitehouse, advirtió que la coalición debe crecer en números y en influencia política si quiere hablar más fuerte que la oposición de la gran mayoría de la América corporativa.
Entre los detractores de la posible legislación se destacan la Cámara de Comercio, la Asociación Nacional de Fabricantes y la editorial del Wall Street Journal. Entre las razones que sostienen su postura, destacan que una regulación climática en Estados Unidos no servirá de mucho, si no es seguida por regulaciones en China, India y el resto del mundo.
A ello agregan que supondría una desventaja para la economía del país y se traduciría en mayores costos para los consumidores, al subir los precios de energía. De todos modos, la paradoja se presenta en que esos países se muestran reacios a hacerlo a menos que Estados Unidos lidere el camino. La situación se convierte en una pulseada a la espera del perdedor –o del valiente– que tome la iniciativa.
Whitehouse calificó a la acción actual de BICEP como un murmullo y no un mensaje, e instó a las empresas a hacer una mayor inversión de su capital político y reputacional en la problemática. “Deben dar el siguiente paso y decir ‘nuestro cabildero en Washington va a añadir esta temática a la agenda”, declaró el senador. Es que en efecto, incluso aquellas compañías que se han unido a BICEP y apoyan la regulación climática admiten que la problemática no encabeza su lista de prioridades de Washington.
Ya son muchos los ejecutivos que ven al cambio climático como una amenaza a sus negocios, pero son pocas las compañías que están dando sus propios pasos para volverse verdaderamente más sustentables. IKEA es uno de los ejemplos más destacados. La sede estadounidense anunció la compra de un parque eólico de 98 MW, que, cuando sea operacional en 2015, le permitirá generar un 165% de la energía que la empresa consume en el país. Esta decisión viene a ser una continuación del hecho de que el 90% de sus plantas allí ya cuentan con instalaciones solares con una capacidad total de 38 MW.
“Estamos comprometidos con las energías renovables y con manejar nuestro negocio en una forma que minimice nuestras emisiones de carbono, no sólo por el impacto ambiental, sino también porque tiene un gran sentido en lo económico”, puntualizó Rob Olson, Jefe de Finanzas en IKEA. “Invertimos en nuestras propias fuentes de energía renovable para poder controlar nuestra exposición a los costos fluctuantes de electricidad y para continuar proveyendo gran valor a nuestros clientes”, agregó al respecto el ejecutivo.
Si el resto de los líderes de negocios imitan este comportamiento y logran convencer de la urgencia al resto de las industrias, Estados Unidos podría ser una potencia mundial también en temáticas de sustentabilidad y regulación climática.